En la oscuridad

Tras obtener nuestro certificación como «ATO» en 2016, empezamos a operar bajo la nueva normativa en vigor, pudiendo finalmente contratar nuevos alumnos para nuestros cursos, algo que, como comenté en la entrada anterior, nos costó tres largos años de trámites con la administración….

Con una normativa mucho más estricta que cuando éramos Centro Registrado, la operación como «ATO» requirió, por nuestra parte, un proceso de adaptación y acomodación a la nueva norma, y sus procedimientos.

Numerosos alumnos pasaron por nuestra ATO, en las promociones que siguieron a nuestra certificación, y algunos de ellos, provenían de otras escuelas, donde habían realizado parte de su formación, pero, cada uno con sus razones, deseaban finalizar su formación con nosotros.

Entre ellos había un alumno, triste protagonista de esta entrada, que ya había completado la fase teórica en otra escuela.

Uno de nuestros últimos vuelos de instrucción, días antes del incidente.

Había volado algunas horas de vuelo, pero le estaba costando alcanzar la ansiada suelta, más que por un problema de habilidad y capacitación para volar el avión, era un problema de poca confianza en sí mismo para hacerlo.

Tanto mi instructor como yo, trabajamos intensamente para conseguir, como con el resto de los alumnos, para que pudiera volar sólo con seguridad.

Y al fin alcanzamos el vuelo en el que, si bien no con la seguridad al 100%, si estábamos seguros al 90% que estaba preparado para volar sólo.

Y así fué; aunque él tenía sus dudas, necesitaba volar sólo para adquirir más confianza en sí mismo, por lo que, tras mi aquisciencia, hizo su primer vuelo sólo, que, afortunadamente, terminó de forma satisfactoria…

Tras ese primer vuelo sólo, debía realizar varios vuelos sólo más, y precisamente, en su segundo vuelo sólo, ocurrió el desastre.

Dicho vuelo tuvo lugar el 23 de Mayo de 2018, en el que, tras su regreso a Cuatro Vientos, el alumno entró en el circuito de tráfico, para el posterior aterrizaje por la pista 09.

Si bien la aproximación final fue relativamente estabilizada, el aterrizaje sólo puede describirse como terrible, pues, tras tomar con exceso de velocidad, el avión rebotó de nuevo al aire (algo muy común en aterrizajes con un exceso de velocidad horizontal, o vertical), y fue entonces cuando el alumno, en lugar de irse de nuevo al aire, aplicando motor (como había sido entrenado, tanto por mi instructor, como por mi), entró en pánico, soltando los controles y abandonando el avión a su suerte.

El avión cayó de nuevo hacia la pista, pues, al no aplicar motor, no tenía suficiente velocidad para ascender de nuevo, y golpeó primero con la rueda delantera, algo que siempre se debe evitar (el tren delantero no está diseñado para soportar el peso de la aeronave en el aterrizaje, siendo función del tren principal hacerlo), pues se corren serios riesgos, como sucedió, de dañar el tren delantero, y la hélice.

Tras un segundo rebote, se fue de nuevo al aire, e hizo un tercer y último rebote, aún más dañino que el segundo, quedando el avión en tierra, seriamente dañado…

El mamparo cortafuegos (de acero), doblado y dañado por los impactos…

El alumno, aún bajo los efectos de la adrenalina generada por la situación, pretendía regresar por sus propios medios al párking, como si nada; con la rueda delantera pinchada, la hélice mellada por el impacto, y severos daños en la zona delantera, aunque no fueran claramente visibles desde el exterior.

Con señales visuales le hicimos parar el motor, y llevamos el avión al taller, donde el jefe de mecánicos ya me hizo saber lo que temía: los daños eran muy serios…

En ese momento fui consciente de que «Fly & Fun» estaba en la situación más crítica que había vivido hasta la fecha, pues los daños podían ser tan elevados, que pudieran no ser asumidos por el seguro, optando éste por declarar el avión como siniestro total…

El alumno piloto fue dado de baja de forma inmediata en el curso, pero el daño ya estaba hecho…

Y sin duda, fue un trago muy, muy amargo de tragar, el saber que nos habíamos quedado sin nuestra principal herramienta de trabajo, durante muchos, muchos meses, siempre y cuando pudiera ser reparado.

El jefe de taller me confirmó que el avión podía ser reparado (al menos, una buena noticia), pero iba a estar mucho tiempo en el dique seco, pues había muchas piezas y componentes que cambiar (entre otros, desmontar el motor para comprobar posibles daños internos), además de tener que pasar todos los trámites por el seguro, y su peritación.

También me dijo que si los daños se hubieran desplazado unos centímetros más atras, seguramente hubiera sido declarado como siniestro total…

Sin duda, fué probablemente la crisis más difícil que sufrimos desde que empezamos nuestra actividad en 2011, y que literalmente, nos sumió en la oscuridad, pues las consecuencias, fueron más allá de la reparación de la aeronave; varios alumnos que estaban en el curso, en la fase de vuelo, decidieron abandonar el mismo; y mi instructor, ante la perspectiva de no volar en mucho tiempo, también dejó la escuela, para poder seguir trabajando.

Además, tras la tasación del perito, cifrada en varias decenas de miles de euros, llegó otra desagradable sorpresa, que yo desconocía: el seguro pagaba el importe bruto de la reparación, pero no el IVA de la misma.

El nuevo mamparo cortafuegos y el motor, montados de nuevo…

Y el IVA del 21% de una factura de varias decenas de miles de euros, es también una importante cantidad de decenas de miles de euros…que había que pagar, sin que el avión volara, y por lo tanto, nos permitiera asumirlo con nuestra facturación…

Y como el avión no podía volar, hubo que romper la hucha, y tirar de los pocos ahorros que tenía guardados, para cuando alcanzara la jubilación…

Hasta el día de hoy, arrastramos secuelas de ese año tan difícil que nos tocó vivir, pues el avión no volvió a surcar los cielos hasta el 18 de Enero de 2019, es decir, prácticamente 8 meses después…

Cómo conseguimos pasar ese año es algo que todavía me pregunto, pero como en todas las experiencias negativas, hay que extraer las lecciones positivas.

La primera y más importante es que, para dejar un bien tan preciado como una aeronave (que además, es nuestra herramienta de trabajo), debemos estar seguros al 100% de que se va a cuidar y tratar con el cuidado que merece, y máxime, cuando en la escuela sólo hay una aeronave; por lo que, desde entonces, nos aseguramos al 100% de que un alumno piloto, o piloto, esté cualificado para volar sólo el avión, aunque la suelta se tenga que alargar.

Y la segunda, pero no menos importante, que es más que recomendable tener una segunda aeronave, para que la ATO pueda seguir operando, si un avión está inoperativo…

Por ello, recomendados por el dueño del taller, a lo largo de 2019, contactamos con unos propietarios de una «Cessna» con base en Cuatro Vientos, y, tras largas negociaciones, conseguimos abanderar e incorporar a «Fly & Fun».

Pero eso, es otra historia…

Elocuente recordatorio del incidente.

Autor: Julio Zavala

Piloto, apasionado de la aviación, emprendedor y gerente de "Fly & Fun".

Un comentario en “En la oscuridad”

  1. Buffff que penita ver a nuestra amiga con esa avería….
    Vaya Julio , menuda época , la mejor lección que habéis podido tener como ATO.
    De mi experiencia con FLY and FUN, es el continuo seguimiento y cuidado de la joya de LECU por supuesto.
    Un verdadero tesoro y un excelente avión.
    Buena entrada Maestro!!!!!

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