Mi actividad como instructor continuó en «JimAir», y, a pesar del incidente acaecido, y que cada vez teníamos más averías de instrumentos en los aviones (consecuencia directa de un mal mantenimiento), intenté mantener una actitud positiva en todo momento, centrándome y concentrándome en formar a mis alumnos de la forma más profesional y competente posibles…
En el verano de 2006, uno de mis alumnos, Javier, que había hecho el curso de piloto privado por puro placer, ya que tenía su propio trabajo, acababa de obtener su licencia, y un día me llamó para invitarme a comer para «hablar de negocios»…
Entre sorprendido y curioso acudí a la misma, y en ella me dijo que quería comprar un avión bimotor, y que, además de volarlo él. quería que yo fuera su piloto de seguridad y copiloto, pues necesitaba el avión para volar a lo largo de España y Europa por negocios…
El avión que tenía previsto comprar era una Beechcraft C-90, un bimotor turbohélice, con capacidad para 7 pasajeros, además de los pilotos…
Al ser un avión turbohélice, requería una habilitación de tipo para volarlo, lo cual requería hacer un curso del avión, de cuyo coste se hacía cargo Javier…
Como las condiciones económicas, sin ser espectaculares eran buenas, y mejores que las que tenía como instructor, además de tener la oportunidad de volar uno de los mejores bimotores turbohélices del mercado, no tardé demasiado en decirle que estaba interesado en la oferta…
Sin duda, fué uno de los momentos más dulces de mi carrera aeronáutica, pues suponía un avance profesional en la misma, además de volar con uno de mis antiguos alumnos, con el que mantenía una excelente relación.
Comuniqué a la escuela el hecho de que antes de final de año abandonaría la escuela, para que buscaran un instructor para sustituirme.
Después del verano de 2006 iniciamos el curso de habilitación en las instalaciones de la extinta «Aeromadrid», en Cuatro Vientos, hoy en día ocupadas por la escuela «Aerotec»…
Y así comenzó mi primer curso de habilitación de tipo, en el que tuvimos que estudiar a fondo todos los sistemas y aviónica de la aeronave, como es preceptivo en cualquier curso de habilitación de tipo de aeronave.
Tras finalizar la fase teórica, pasamos a la fase del simulador, en la que realizamos, en un simulador estático de la misma escuela todo tipo de despegues, vuelos y aproximaciones con fallos, fuegos de motor y demás «maldades» que se le ocurrían al instructor, un piloto jubilado de Iberia con una gran experiencia…
Y así, tras poco más de un mes, finalizamos la parte teórica y el simulador, y estábamos listos para la prueba de vuelo, que se tenía que realizar en Cuatro Vientos, con la aeronave que íbamos a volar (la que podéis ver en la fotografía) con un examinador, como último requisito para que obtener la habilitación de tipo…
Sin embargo, unos días antes de la misma, Javier me llamó con voz seria y preocupada. Haciendo una prueba en tierra de la aeronave, se descubrió que uno de los motores no daba la potencia correcta, y por lo tanto, debía cambiarse, coste elevadísimo que Javier no estaba dispuesto a asumir (los motores turbohélices eran tremendamente caros, con un coste unitario superior al del avión), pero que el antiguo dueño tampoco deseaba hacerlo…
Por lo que renunciaba a comprar la C-90, y empezaba a mirar otras posibles opciones…
Lo cierto es que esa noticia me dejó helado, pues ya había anunciado que abandonaba mi trabajo como instructor, y ahora dudaba de si había sido una buena idea…
Sólo Javier y el tiempo, me aclararían esa duda.
Que bueno!!! Me dejas en ascuas Julio, 2 parte ya!!!!
En breve, José!!
Un abrazo,
Julio.