Tras obtener mi título y licencia de piloto privado, mi formación como piloto comercial continuaba adelante, y ello implicaba cambios significativos, como era el volar aviones más grandes y potentes, y volar a otros aeropuertos y, más adelante, adentrarme en el mundo del vuelo instrumental, todo un desafío y un reto, que al mismo tiempo temía, y al mismo tiempo deseaba enfrentarme…
Sin duda, esta fase fué una de las etapas más bonitas y de las que mejor recuerdo guardo, pues al hecho de descubrir y conocer nuevos aviones; fué una etapa de descubrimiento, de nuevos aeropuertos, a una distancia considerable (o eso me parecía en ese momento) de Cuatro Vientos.
Además, tuve la oportunidad de compartir, ademas de la formación, esos vuelos de travesía, con otros magníficos instructores de la escuela, además de Manolo, de los que también aprendí mucho; Luis Carlos, Iñaki, Daniel, Luis María, son nombres que aún recuerdo con mucho afecto, y además, tengo la suerte de mantener, aunque sea en la distancia del ciberespacio, amistad con algunos de ellos…
En los vuelos de travesía, muchas veces nos acompañaban compañeros de mi promoción, lo cual creaba un ambiente de camaradería y compañerismo enorme…al fin y al cabo, todos nosotros teníamos el mismo sueño, y estábamos allí para cumplirlo…
Empecé volando la Cessna 172, con matrícula EC-FJS, si duda un gran cambio con respecto a las Cessnas 150 y 152 que había volado antes; dos plazas más, mayor tamaño, más y mejor aviónica…un avión fantástico, que al volar con cierta asiduidad, entiendes porqué es el avión más vendido de la historia…
Alternando períodos con los que regresaba a la 152, volé la Cessna 182, con matrícula EC-BNV, un avión un poco más intimidante, no sólo por el tamaño, sino por tener que usar, por primera vez, el paso variable y las persianas («Cowl flaps»), para regular la temperatura de los cilindros…
Pero todos esos temores desparecían cuando la volabas, pues al fin y al cabo, a pesar de su mayor tamaño y mayor peso, seguía siendo una Cessna…
El siguiente avión que tuve la gran suerte de volar fué la Beechcraft «Bonanza», con matrícula EC-GJS, un avión impresionante, aunque algo intimidante al principio: más de 200 CV de potencia, paso variable, y tren retráctil; un avión rápido y ágil como un caza, una verdadera delicia de volar; para mí, el mejor monomotor avanzado jamás fabricado…
Con él empezó en serio mi instrucción del vuelo instrumental,una fase de la hablaré en detalle en la próxima entrada.
El siguiente avión que tuve la oportunidad de volar fué la Piper PA-28R, monomotor avanzado como la «Bonanza», con matrícula EC-BNY, pero no tan buen avión como la misma…
Con él realizamos varios viajes, como el que podéis ver en la foto, en el aeropuerto de Almería…
Y por último, volé la Beechcraft BE-24 «Sierra», con matrícula EC-GON, un buen avión, pero sin las impresionantes características de la «Bonanza».
Durante esta fase, fui comenzando mi instrucción instrumental, tanto en vuelo como en simulador, para ir conociendo el vuelo instrumental a fondo, algo que requiere un esfuerzo mental considerable, y que detallaré en la siguiente entrada…
Además de los instructores magníficos instructores que tuve, también tuve la suerte de tener magníficos compañeros, curiosamente muchos de ellos en mi misma situación, es decir, más de 30 años, con su trabajo y su familia, pero un sueño por cumplir en la vida…
Jorge, Iñigo, JJ, David, Pedro,y muchos otros, fueron unos magníficos compañeros de viaje en esta etapa de mi vida, y aunque son muy pocos, por desgracia con los que conservo amistad, ésta es sólida y duradera por todo lo que nos unió, compartimos y vivimos juntos…
Algunos de ellos han tenido la oportunidad de trabajar como pilotos, pero también sé que otros no tuvieron esa suerte; en todo caso, esos maravillosos años que vivimos y compartimos siempre estarán en nuestra memoria como recuerdo de una etapa de grandes vuelos soñados, y algunos sueños cumplidos…
Mientras continuaba mi formación como piloto comercial, la escuela nos ofreció obtener el título de piloto privado (PPL ó Private Pilot Licence), asi que era una magnífica oportunidad de obtener mi primer título de piloto…
En las escuela realizamos el examen teórico, que en 1997 consistía en un sólo examen de 100 preguntas de todo el temario, es decir, de las 9 asignaturas que se estudian en el piloto privado.
Tras aprobar el mismo, se nos convocó para realizar el examen de vuelo en el aeródromo de Ocaña, una fría y soleada mañana de Enero de 1997…
Los alumnos fuimos en autobús fletado por la escuela, mientras que dos instructores de la escuela llevaron el avión, una Cessna 152, en vuelo desde Cuatro Vientos.
Tras llegar a Ocaña, el examinador de Aviación Civil acababa de aterrizar, tras examinar a un alumno de otra escuela de Cuatro Vientos, en una Piper PA-38 «Tomahawk».
Entonces no se podía elegir examinador, pues eran muy pocos, y se te asignaba un examinador, sin posibilidad de elegir.
En nuestro caso, el examinador llegó de muy mal humor, pues según él, el alumno al que había examinado, casí le mata…
Llegó el momento de examinarnos, y el examinador nos reunió en círculo.
Tras pasar lista, eligió un apellido al azar para iniciar el examen…adivináis quién fué el primer «elegido»?.
Para mi asombro, el examinador dijo que no se subiría físicamente al avión, pues como casí le mata el anterior alumno, decidió no subirse más, y a través de una radio portátil, nos daría las correspondientes instrucciones en vuelo…
Yo procedí a realizar los chequeos de cabina y exteriores, pero el examinador, en un modo bastante autoritario, me dijo que pusiera en marcha el avión, pues según él, no teníamos todo el día…
Yo miré a mi instructor con cara de sorpresa y él corroboró la decisión del examinador, por lo que procedí a entrar en la cabina y poner en marcha el avión.
Como alumno piloto muy poco experimentado que era en ese momento, los tiempos dedicados a las inspecciones interiores y exteriores eran mucho más lentos que cuando uno obtiene más experiencia, tanto en el modelo del avión, como en las horas de vuelo…
Rodé hasta el punto de espera bastante nervioso, pues tanto el examinador, como el resto de alumnos e instructores, estaban pendientes de mis movimientos; realicé los correspondientes chequeos previos al despegue, y, tras anunciar mi entrada en la pista activa y comprobar que no había tráfico que me pudiera afectar, procedí a despegar…
Tras ascender a la altitud requerida por el examinador, procedí a realizar las maniobras que me dictaba por la radio; virajes de 30º y 45º de alabeo, vuelo lento, pérdida característica, espiral descendente…maniobras que se realizan en el examen de PPL, pero, normalmente, con el examinador a bordo…
Yo realicé las mismas lo mejor que pude, aunque estoy seguro que, si las pudiera ver hoy en día, me parecerían bastante deficientes…
Tras finalizar las maniobras, el examinador me pidió que realizara un circuito de tráfico, y después aterrizara; así lo hice, aunque como os podéis imaginar, no fué de mis mejores aterrizajes; los nervios no ayudan…
Tras rodar de nuevo al párking, y parar el avión, descendí del mismo aliviado y cansado por igual, por la tensión acumulada; pero ya había finalizado mi primer examen aeronáutico; sólo quedaba esperar el veredicto del examinador, quien, tras examinar con el mismo procedimiento al resto de mis compañeros, decidió que todos, menos dos alumnos, habíamos aprobado el examen…
Así que, si bien mi satisfacción era muy grande por haber aprobado mi primer examen de vuelo, la sensación al partir de Ocaña fué ambigua, pues realizar mi primer examen de vuelo completamente sólo en la cabina, fué una sensación…extraña, que esperaba no volviera a vivir…
La parte positiva?. En unos días, recibí mi primera licencia y título aeronáutico, que podéis ver adjunto…
La suelta local, sin duda fué un día memorable y único, pero mi formación como piloto debía continuar adelante…
El día después de mi suelta, realicé un nuevo vuelo sólo, esta vez de una duración mayor, 45 minutos, realizando una navegación local; un vuelo muy agradable, con condiciones casí perfectas para el mismo (alta presión y baja temperatura).
El avión que volaba, una Cessna 150, tenía una aviónica muy básica, y yo aún era un aprendiz de piloto muy inexperto(con apenas 18 horas de vuelo)…
La sensación, que entienden todos aquellos que como yo, han tenido y tienen la suerte de volar, era, y es, indescriptible: la visión del mundo a vista de pájaro; la sensación de controlar una máquina que surca los cielos; la comunión con la misma, sintiendo que es una extensión de tu cuerpo , y el placer de dejar en tierra todas las preocupaciones y problemas mundanos: en el cielo, sólo existe el vuelo, y el placer de disfrutar el mismo…
Afortunadamente, no sucedió lo que más temía, que era perderme (ese día no : ), y así fuí adquiriendo más experiencia con la ilusión y el entusiasmo de un niño, de la experta mano de Manolo, mi instructor, durante el año 1997.
Mientras volaba, seguía mi formación teórica, que tenía lugar en el centro de formación en Madrid, por las tardes; estaba dedicado en cuerpo y alma para intentar adquirir el máximo de conocimientos, e intentar convertirme en el mejor profesional posible, como había hecho en mi anterior trayectoria profesional en el mundo audiovisual; además de estudiar y tratar de asimilar los máximos conocimientos posibles, adquiriendo libros de los que obtendría valiosas lecciones y conocimientos, leyendo revistas con magníficos artículos, y viendo todos los vídeos de aviación que podía; al fin y al cabo, estaba realizando mi sueño de infancia!!.
Se sucedieron los vuelos sólos supervisados, los vuelos de travesía a otros aeropuertos, y durante ese año, además de volar las Cessna 150 y 152, volé por primera vez un avión, que llegaría a volar, y mucho; la Cessna 172.
Y, como era inevitable en una escuela de pilotos comerciales, Manolo dejó de ser mi único instructor, teniendo como instructores a otros grandes profesionales, como Luis Carlos, como Iñaki, como Luis María, que me mostraron y demostraron su amor por la enseñanza,y por compartir sus conocimientos, algo que me quedó muy grabado, además de tener la suerte de compartir una excelente relación personal con ellos; aún tengo la suerte de mantener contacto con algunos de ellos a través de las redes sociales…
En el año 1998, aunque estábamos realizando un curso integrado, el director de la escuela nos ofreció examinarnos para obtener la licencia de piloto privado, de forma gratuita.
Por supuesto aceptamos; estábamos deseosos de tener nuestro primer título y licencia aeronáuticos!!
Así que, en una fría mañana de invierno, en Enero de 1998, 9 compañeros y yo, además del jefe de instrucción en vuelo de la escuela, nos trasaldamos en autobús al aeródromo de Ocaña, con el fin de realizar el examen de piloto privado, el más rocambolesco y sorprendente, que jamás experimenté en mi trayectoria aeronáutica…
Tras continuar mi formación como piloto bajo la atenta supervisión de mi instructor Manolo, llegó ese día que los alumnos pilotos, a partes iguales, deseamos y tememos que llegue…
Tras 18 horas de vuelo, Manolo consideró que ya estaba listo para que desplegara mis alas sólo, abandonando por primera vez la seguridad de volar con él, para corregir mis errores….
La noche previa a la suelta, fué una noche de sentimientos encontrados. Por una parte, significaba que mi formación progresaba correctamente, pero por otro, que debía enfrentarme, por primera vez, a cualquier anormalidad o fallo que pudieran acontecer durante el vuelo, completamente sólo…
La noche dió paso al amanecer, y el lunes 10 de Febrero de 1997, me dirigí a Cuatro Vientos para mi primer vuelo sólo…
Tras rellenar manualmente el plan de vuelo bajo la atenta mirada de Manolo, procedimos al avión para hacer la revisión exterior.
Ambos aparentábamos normalidad cuando nos dirigimos al avión, pero éramos plenamente conscientes de que no era un día ordinario…
Tras realizar los chequeos pertinentes, procedimos a arrancar el motor, pues íbamos a realizar primero un vuelo de preparación, y a continuación, la suelta.
Durante el vuelo de preparación, realizamos tomas y despegues en el cercano aeródromo de Casarrubios, y repasamos todas las posibles eventualidades que podrian ocurrir, aunque yo deseaba de todo corazón que no sucediera absolutamente nada más que el vuelo en sí; pero obviamente, debía prepararme por si algo sucedía…
Finalmente regresamos para aterrizar en Cuatro Vientos, pero según reducía la potencia para aterrizar, mis pulsaciones aumentaban al saber que, tras el aterrizaje, comenzaba mi vuelo sólo…
Tras el aterrizaje, nos dirigimos a la plataforma como en otras ocasiones, pero esta vez, no íbamos a cerrar el vuelo…
Paramos el avión sin detener el motor, y Manolo comunicó a la torre de control que yo continuaba el vuelo como alumno piloto en suelta, sólo…
Recogió sus cascos y el resto de su material, y percibiendo mi cara de preocupación, me miró fijamente y me dijo: «Julio, si no estuviera seguro de que puedes volar sólo, no te dejaría hacerlo. Irá todo bien, tranquilo».
A pesar de sus tranquilizadoras palabras, el corazón me latía con fuerza, y, tras abandonar el avión Manolo,pedí la correspondiente autorización, procedendo al punto de espera de la pista 28, para realizar los chequeos correspondientes…
Tras realizar los mismos con especial atención, solicité autorización de despegue…autorizado!!
Potencia y pulsaciones al máximo, alineación con la pista…y despego!!
Tras despegar, procedo a realizar el circuito de tráfico, virando a viento cruzado, y a continuación, a viento en cola…
Ya en viento en cola, al realizar la lista de chequeo tras el despegue, me doy cuenta de que no he retraido los «flaps» al alcanzar los 400 pies, como se debe hacer; sin duda, los nervios del momento me habían jugado una mala pasada…
Tras virar a base, intento recordar todos los procedimientos con precisión, intentando no olvidar nada, especialmente tras mi error con los «flaps»…
Alineo el avión con la pista, y recibo la autorización de aterrizaje…obviamente no fué el mejor aterrizaje de mi vida, pues intentaba hacer una buena toma, sabiendo que mi instructor me estaba observando, pero los nervios del momento no ayudaron a conseguirlo; aún así, estaba en tierra, aliviado y satisfecho de haber completado mi primer vuelo sólo, aunque hubiera preferido no haber cometido el error de los «flaps»…
Manolo me esperaba en la plataforma, y tras recibir la felicitación del controlador, paré el motor siguiendo los procedimientos.
Tras salir del avión, me fundí en un afectuoso abrazo con él; un momento especial, involvidable, que sólo podéis entender los que hemos pasado por esta experiencia única e irrepetible; porque por primera vez, yo fui consciente, y no sólo el instructor, de que realmente podía despegar, volar y aterrizar un avión completamente sólo…qué sensación!!
Ya no volví a volar ese día, pues como os podéis imaginar, estaba agotado por la tensión y descarga de adrenalina del vuelo..
Sin embargo, al día siguiente realicé mi primer vuelo sólo abandonando la seguridad del circuito de tráfico, y aunque fué una experiencia memorable, no fué tan intensa y única como el día anterior…
Es un día mágico, en el que por primera vez eres uno con el avión, con una comunión única y especial; un momento mágico, irrepetible e inolvidable, que tengo el placer de compartir, desde el otro lado de la barrera, como instructor de mis alumnos pilotos..
Sin duda, intensa, muy intensa, pues la formación está muy comprimida para realizarse en un tiempo relativamente corto, normalmente en un plazo no superior a los dos años…
Tras el primer vuelo, mi formación como piloto surcaba los cielos (literalmente : ), con una parte teórica que realizábamos en Madrid, en la calle Velázquez, con mis compañeros, tanto de avión como de helicóptero, pues la escuela también ofrecía cursos de piloto de helicóptero, con los que compartíamos gran parte de la fase teórica…
Como sucede en todas las carreras, en la parte teórica, había asignaturas que me gustaban mucho, como Conocimiento de la Aeronave, Comunicaciones, Procedimientos Operacionales, Meteorología…y otras que no me gustaban tanto, como Derecho y Navegación, que me obligó a retomar mis libros y apuntes de matemáticas, y en concreto, de trigonometría, asignatura que no estaba entre mis favoritas en mi época de estudiante…
Tuve la gran suerte de contar con magníficos profesores, de los que aprendí muchísimo, con sus extensos conocimientos y su admirable deseo de transmitirlos con pasión; Emilio, nuestro profesor de Meteorología, sin duda una de las personas que más sabían en este país de la materia; Juan Francisco, toda una eminencia en Navegación, con un libro de referencia a sus espaldas, cuyo ejemplar tuve la suerte que me dedicara; y Pepe, un magnífico profesional, de quien aprendimos casí todo sobre Procedimientos Operacionales, y una de las mejores personas que jamás he conocido, entre otros…
Todos ellos, junto con el resto de profesores que tuve, dejaron una huella y un recuerdo muy hondo, pues sentaron las bases de mi conocimiento aeronáutico, y me enseñaron a seguir aprendiendo y formándome, para llegar a ser un profesional competente y seguro…
También tuve la gran fortuna de compartir mi formación con muchos compañeros que tenían edades iguales o similares a la mía, que como yo, con una vocación tardía, que por circunstancias de la vida, no habíamos podido realizar antes…
Y por ello, se fraguó entre nosotros una amistad especial, que aún tengo el placer de conservar con algunos de ellos, pues todos compartíamos el mismo sueño, deseosos de alcanzarlo con la misma pasión con la que habíamos iniciado nuestra formación como pilotos…
José Juan, Jorge, Iñigo, José Luis, Antonio, José María, Eduardo, Santos y muchos más que me dejo en el tintero, formaron parte de muy buenos momentos, y algunos no tan buenos, que compartimos durante nuestra formación, pero que compartíamos con una complicidad y una pasión por la aviación, que nos hacía mantener la misma ilusión con la que habíamos iniciado nuestros estudios…
Respecto al vuelo, continué mi formación volando las Cessna 150 y 152, como con la que poso con mi instructor Manuel, en mi segunda entrada…
Aquí tenéis la copia de mi primer plan de vuelo rellenado, cuando aún se hacía a mano…el primero de muchos, y aunque sólo era un papel,
sin duda fué un documento de tal importancia, que aún lo conservo…
Con la mano profesional y paciente de mi instructor, continué mi formación hacia mi primer gran objetivo, la suelta, pero antes de llegar a ella, Manuel se ocupó de mejorar mi técnica de vuelo, aún muy básica, a pesar de mi inagotable entusiasmo y deseo de seguir aprendiendo, equivocándome, y mucho, en el camino; sin duda, se aprende mucho más de las equivocaciones, que de los aciertos…
Por ello, intentaba aprender más allá de lo que me enseñaban mis maestros, leyendo libros, artículos y a través de internet, que me ayudaran a mejorar mis conocimientos, tanto teóricos como de vuelo…y aún hoy en día, lo sigo haciendo; creo que un piloto competente debe ser muy autodidacta, y por ello, ampliar y mejorar sus conocimientos más allá de los que le permiten aprobar y obtener sus licencias y habilitaciones…
Aprender a pilotar un avión no es una tarea fácil, pues exige mucha coordinación entre mente y cuerpo, y genera un nivel de cansancio elevado, especialmente por la gran carga de trabajo en los primeros vuelos; pero era un cansancio que, deseaba repetir en cuanto bajaba de volar…sabía que, desde aquel primero vuelo, mi vida tenía que estar ligada a la aviación, costase lo que costase, pues allí había estado, y allí quería volver….
Y por fin, llegó el día largamente anhelado, e intensamente soñado…
Habían sido muchos años de espera, pero finalmente, ya estaba iniciando mi carrera como piloto, a la que yo estaba dispuesto a dar y dedicar y dar el máximo, pues me consideraba tremendamente afortunado de poder hacer lo que siempre había anhelado durante toda mi vida…
Sólo aquellos que habéis experimentado el vuelo por primera vez, entenderéis la cascada de emociones y sensaciones que me acompañaron durante ese día…
Y no sólo ese día, pues la noche anterior, había visualizado mentalmente ese momento que estaba por llegar, cuánto lo había deseado, y cuál sería mi reacción…
Ese día de Octubre fué un día de nubes altas, fresco y soleado, y tras llegar al aeródromo de Cuatro Vientos, me dirigí a la oficina de vuelos de la escuela donde cursaba mis estudios, “Airman”, donde ya había empezado la formación teórica en su sede del centro de Madrid a mediados de Septiembre de ese año…
Allí conocí a Manolo, mi instructor asignado (al que podéis ver junto a mí en la foto).
Tras una buena primera impresión, a pesar de su juventud (era bastante más joven que yo), me explicó someramente que sería un vuelo de acomodación y habituación, sin más intenciones que me encontrara a gusto, y me habituara al avión…
Y tras aprender mediante observación cómo se hace un plan de vuelo, nos dirigimos al avión, una pequeña Cessna 152 de dos plazas, con matrícula EC-ELI, que iba a ser mi compañera de aprendizaje y aventuras en el futuro más cercano…
Tras inmortalizar el momento, procedemos a realizar la preceptiva revisión exterior al avión, requisito indispensable para cerciorarnos del buen estado del mismo antes del vuelo, e intentando calmar mis pulsaciones y las intensas emociones que sentía en mi interior, me senté en el asiento izquierdo del avión, y a mi derecha, a apenas a unos centímetros, pues la Cessna 152 es muy pequeña (y cuando digo muy pequeña, es MUY pequeña : ); y en ese momento, sentado frente a los mandos del avión, supe que era allí donde quería estar el resto de vida profesional……
Tras explicarme los procedimientos, el arranque del motor se produjo tras un petardeo, y el suave ronroneo del motor “bóxer”, anticipó las buenas sensaciones que estaban por llegar…
Por fin mi carrera aeronáutica arrancaba, literalmente!! Pero ahora también empezaba una dura fase de aprendizaje, de muchos esfuerzos y sacrificios, pero que estaba seguro que valdrían la pena…
Y el primero de ellos, eran las comunicaciones con el control de tráfico aéreo, algo que a priori parece muy sencillo (al fin y al cabo, no es más que hablar!), pero que en la práctica no lo es tánto…
Suerte que Manolo, paciente y amable, me ayudó, pues en las primeras ocasiones, impresiona el comunicarse, sabiendo que todo el mundo escucha tus errores (y como después descubres, tú también escuchas los errores de los otros : )
Tras recibir la autorización de rodaje, empieza la primera dificultad…el rodaje!!
Tras muchos años de conducción de vehículos en los que la dirección se dirige con las manos, es muy difícil habituarse a conducir un vehículo en tierra con los pies; instintivamente uno mueve el volante o cuernos del avión, en un fútil intento de dirigir la aeronave…las transferencias negativas de los otros vehículos pasan factura!!
Con la ayuda de Manolo, conseguimos llegar al punto de espera, donde debemos hacer todos los chequeos previos al vuelo, pues siempre es mejor resolver cualquier incidencia o fallo en tierra, que en vuelo…
Tras los chequeos, que se han de seguir al pié de la letra, como me enseñó Manolo y el resto de instructores que he tenido a lo largo de mi carrera profesional, solicitamos permiso de despegue a la torre de control…las pulsaciones aumentan vertiginosamente, llega el momento de despegar!!
Tras recibir la misma, entramos en la pista 28, nos alineamos y aplicamos potencia…el motor responde con suavidad, pero con contundencia, acelerando la aeronave por la pista…
Finalmente alcanzamos la velocidad de rotación, y bajo la atenta mirada del instructor, roto el avión y…despegamos!!
Ese instante, con las pulsaciones al máximo y un torrente de emociones recorriendo mi cuerpo, soy consciente de que estoy volando…¡ y pilotando! (más o menos : ) un avión; y la sensación me gusta… y mucho!!
Tras ascender a 3.000 pies de altitud (altitud máxima dentro de la zona de tránsito de aeródromo de Cuatro vientos), procedemos a abandonar el circuito de tráfico por punto “Whisky”, punto visual designado por las autoridades aeronáuticas para abandonar el mismo…
Mientras, observo a mí alrededor por las ventanillas del avión, y me quedo hipnotizado por la belleza del mundo desde una avioneta, pues, aunque ya había volado en avión comercial, la percepción del mundo es mucho mayor y más intensa, tanto por las altitudes a las que volamos, como por el campo de visión que tenemos…
Tras abandonar por punto “Whisky”, el instructor me explica los pueblos que nos encontramos en nuestra ruta, y me enseña cómo ascender con el ajuste de potencia necesario…mucha información que trato de asimilar, mientras piloto el avión lo mejor que puedo, pero sin duda con menos precisión y suavidad de la que me gustaría…
Algunos virajes suaves me permiten ver el mundo como nunca lo había visto hasta entonces, y además ir habituando mi cuerpo a este nuevo entorno, mi hogar a partir de ahora…
Dentro de mí, deseo que este momento no tenga fín…pero como todo, ha de tenerlo…
Con un suave descenso iniciamos el regreso al aeródromo, procediendo a uno de los puntos de notificación visual de entrada (punto “Whisky” es sólo de salida), en este caso punto “Sierra”…
Próximos a alcanzar dicho punto, solicitamos autorización de entrada al circuito de tráfico para aterrizar, pero el intenso tráfico en el mismo nos obliga a permanecer orbitando, realizando virajes y manteniendo una atenta vigilancia exterior, en busca de otros aviones (que llamamos “tráficos”), hasta que, tras unos minutos, recibimos la autorización para entrar en circuito de tráfico…
Manolo me explica los procedimientos a realizar antes de incorporarnos al circuito, y me recuerda las velocidades y potencias para la aproximación y aterrizaje; hacerlo ya será otro cantar…
Tras entrar en circuito, las pulsaciones aumentan de nuevo…hay que aterrizar!!
Tras realizar el circuito con la ayuda de Manolo, al virar al tramo de final y encarar la pista 28, Manolo me espeta: “aterrízalo tú”. Mi cara al oírlo debió ser un poema, pues obviamente no me sentía preparado para aterrizar un avión, y así se lo transmití, pero él me tranquilizó ofreciéndome su experiencia y cooperación (más bien el tomar el control del avión, como yo deseaba en ese momento), para realizar la maniobra…
Según se iba acercando la pista, mis nervios iban aumentando, y la tensión sobre los mandos de vuelo también lo hacía, hasta que la proximidad de la misma me hizo instintivamente tirar hacia atrás de los cuernos, mientras Manolo, con voz suave pero firme, me daba indicaciones de cómo realizar la maniobra…
Como era previsible en un primer vuelo, mi fuerza en los mandos fue excesiva, colocando al avión en una posición de morro muy elevado con la potencia del motor al ralentí, algo no muy recomendable cerca de la pista…
Manolo intervino y tomó el control para realizar un aterrizaje seguro, algo que agradecí, aunque el haber realizado la maniobra de forma excesiva no me dejó buen sabor de boca…
Tras rodar hacia el parking, procedemos a aparcar la pequeña Cessna, y tras dejarla lista para su siguiente vuelo, regresamos a la oficina para realizar el “debriefing”, explicándome Manolo cómo había ido el vuelo, y si había algún signo de mareo o indisposición visible…
Tras rellenar la documentación pertinente, Manolo se despidió de mí, pues le esperaba otro alumno para otro vuelo…
Yo me sentía literalmente en una nube, y poco a poco fui asimilando y recordando todo lo que había vivido en ese día tan especial, en el que mi vida cambió para siempre…
Tras insertar la primera anotación en mi recién estrenado diario de vuelo, lo primero que pensé es cuándo volvería a volar, pues deseaba que volviera a suceder, y pronto, si era posible…
Lejos estaba de siquiera imaginar que algún día, yo ocuparía el lugar de Manolo, y otro apasionado de la aviación ocuparía mi lugar, experimentando las intensas sensaciones vividas….
Este blog, el blog de “Fly & Fun”, inicia su andadura; en él, compartiré con vosotros mis experiencias personales (no excesivamente personales ; ) y profesionales, en el mundo de la aviación…
En realidad, este blog empieza exactamente hace 20 años, cuando comencé mi andadura como alumno piloto, y mi carrera como piloto profesional….
En ese día de otoño, tan intenso como inolvidable, me prometí a mi mismo que algún día recordaría de forma escrita mi experiencia aeronáutica, aunque ni siquiera atisbé a imaginar que sería en formato digital, y con la oportunidad que nos brinda internet de poder compartirlo con todos vosotros…
Antes de ahondar en las experiencias y vivencias de aquel día, la pasión por el vuelo empezó, como os ha sucedido a muchos de los que leéis estas líneas, desde que prácticamente tuve uso de razón…
Siempre con la mirada puesta en el cielo, especialmente cuando oía el hermoso sonido de un avión surcando los cielos; llevando a mis padres a la entrada de la Base Aérea de Torrejón, en un vano intento de visitar los aviones en la misma; haciendo maquetas de mis aviones favoritos; viendo todas las películas que podía de aviación (“La Batalla de Inglaterra” era mi favorita), y contemplando a los pilotos en los aeropuertos con una mezcla de sana envidia y fascinación…preguntándome, cuando los veía, si yo también podría algún día llevar ese uniforme…
Todo ello fue creando en mí profundo deseo de ser piloto, deseo que en ese momento era tan sólo un sueño inalcanzable, latente e intenso, pero al fin y al cabo, inalcanzable…
Con el paso de los años, y llegado el momento de elegir mi futuro, evalué la opción de alcanzar mi sueño a través de la vía militar, pero algunas dioptrías de miopía se interpusieron…
Asumiendo en ese momento que no sería factible ser piloto profesional, ni por la vía militar por limitaciones descalificantes, ni por la vía civil por el elevado coste, asumí que al menos intentaría ser piloto privado; volar por el puro placer de hacerlo…
Para ello, como podéis ver en la foto adjunta, me matriculé en el curso a distancia de piloto privado y comercial, realizado a distancia a través de entregas con sus correspondientes exámenes, que se debían enviar por correo ordinario, y recibir la respuesta del mismo modo, transcurridos unos expectantes días…
Mientras, continué mis estudios para formarme como técnico en el sector audiovisual, pues tras la aviación, el cine es mi otra gran pasión (sin dudarlo, menor que la aviación), ahorrando para las lecciones prácticas de vuelo, que se realizaban entonces en el aeródromo de Sanchidrián, Ávila.
Los comienzos profesionales siempre son difíciles, especialmente en el plano económico, por lo que las lecciones de vuelo, sabiendo que por su coste no eran asumibles, debieron esperar a un momento más boyante poder realizarlas…si éste llegaba!!.
Afortunadamente, con la llegada de los primeros ordenadores personales, tuve la oportunidad de “ volar”, aunque fuera de forma virtual, con los primeros “simuladores” de vuelo que, con unos gráficos poligonales que hoy en día provocarían más de una mirada de asombro, lograron, no sólo que la llama no se apaga, sino que la mantuvieron viva y brillante…
Y así fueron transcurriendo los años, trabajando como profesional del sector audiovisual, ahorrando en la medida de mis posibilidades, con la esperanza de, en un futuro no muy lejano, poder alcanzar mi sueño…
Alcanzando la década de los 30 años, y habiendo ahorrado lo suficiente para poder tomar las clases de vuelo para convertirme en piloto privado, me plantee la disyuntiva de destinar lo ahorrado para hacerme piloto privado, o bien destinarlo como entrada para lanzarme a la aventura de hacerme piloto profesional…
Para ello, recorrí varias escuelas de vuelo, donde en la mayoría muy educadamente me informaron de que no bastaba con pagar una señal para iniciar el curso; por el contrario, había que hacer varios pagos periódicos, además de una entrada mayor de lo que yo podía asumir…
En una de ellas fui invitado a asistir como ocupante a un vuelo de instrucción, una experiencia impresionante que ahondó mi determinación para ser piloto profesional, costara lo que costara, pues era realmente lo que quería hacer el resto de mi vida…
Por ello, continué con mi búsqueda, hasta que encontré una escuela que si aceptaba mis condiciones de pago…
Como podéis imaginar, mi alegría fue inmensa al poder superar el escollo más grande para comenzar mi carrera aeronáutica, si bien suponía un salto al vacío, pues abandonaba mi carrera como profesional del sector audiovisual y dedicarme enteramente a formarme como profesional empezando desde cero…
Sin embargo, antes de comenzar, debía superar otro escollo importante: el reconocimiento médico clase 1, requisito imprescindible para poder iniciar el curso…
Con una extraña amalgama de sensaciones y preocupaciones, conseguí superar el exhaustivo reconocimiento, allanando completamente el camino para poder iniciar finalmente, con 31 años recién cumplidos, mi formación como piloto….
A pesar de compartir con entusiasmo mi decisión en mi círculo familiar y de amistades, hubo voces que me desaconsejaron; decían que era “demasiado mayor” para iniciar una carrera como piloto profesional.
Y aunque yo sabía que no era un joven veinteañero, mi ilusión era tan grande o superior a la suya, pues finalmente, aunque fuera tarde, podía alcanzar mi sueño…
Y así, llegamos al primer vuelo como alumno piloto…