Si bien es cierto que no todo en «Gowair» era de color rosa (la empresa atravesaba dificultades financieras, que se reflejaban en impagos a tripulaciones de vuelo y de cabina), estábamos muy esperanzados de cara al año 2020, pues comenzaba el mismo con un contrato en Febrero, que nos llevaría a Doncaster, en Reino Unido, donde comenzaríamos a volar con «Tui UK», desde el aeropuerto de la ciudad (llamado «Robin Hood Airport»), a diferentes destinos en España, incluyendo las Islas Baleares, y las Islas Canarias, entre otros…
A mediados de Febrero, fui posicionado en dicho aeropuerto para iniciar mis vuelos con la compañía, volando a las Islas Canarias, mientras aumentaban incesantemente el número de países que restringían, o directamente, paralizaban los vuelos debido a la rápida difusión del virus, que continuaba su expansión a nivel mundial…
Los vuelos a las Islas Canarias se fueron sucediendo, y en uno de ellos, en concreto el 23 de Febrero, tuvimos la mala fortuna de llegar cuando una enorme nube de polvo africano cubría las Islas, haciendo de la aproximación al aeropuerto de Gran Canaria, una experiencia realmente inolvidable…
Probablemente es el vuelo en el que más turbulencias, ascendencias y descendencias he experimentado; la flecha amarilla que indica la aceleración y deceleración de la velocidad (conocida como «speed trend») en el anemómetro, subía y bajaba como un yoyo…
En la aproximación, el vuelo que nos precedía, con una visibilidad muy, muy reducida, acababa de realizar una aproximación frustrada, y yo estaba más que convencido, que la siguiente aproximación frustrada, sería la nuestra.
Cuando estábamos a punto de alcanzar los mínimos (punto en el que, si se ve la pista, se aterriza, y si no es así, se debe ejecutar un procedimiento de aproximación frustrada), la visibilidad mejoró algo, lo suficiente para ver las luces de pista, y así poder completar el aterrizaje…
Aún así, las condiciones eran pésimas; tanto el cielo, como la tierra, estaban teñidos de ocre, a consecuencia de la densa nube de polvo del Sahara, que nos envolvía.
La percepción era más de estar en la película «Blade Runner 2049» o en Marte, pues era realmente espectacular, y al mismo tiempo, intimidante, el poder ver todo cubierto por ese polvo ocre…
Pero no había tiempo que perder, pues había serias posibilidades de que el aeropuerto se cerrara por baja visibilidad, así que procedimos a desembarcar y repostar el avión a la mayor celeridad posible, para poder embarcar el pasaje, y regresar a Doncaster.
Con todo el pasaje embarcado, solicitamos autorización de ruta y código transponder a la frecuencia de autorización de ruta (denominada en inglés «delivery»), que nos fue concedida; convencidos de que, aunque fuera por poco, podríamos despegar, llamamos a rodadura (denominada en inglés «ground») para solicitar retroceso y puesta en marcha; pero, por minutos, llegamos tarde; rodadura nos comunicó que el aeropuerto estaba cerrado al tráfico aéreo por baja visibilidad…
Así que nos quedó quedarnos en Gran Canaria, como el resto de tripulaciones y pasajeros de las otras aeronaves en el aeropuerto, y tocaba esperar a que las condiciones mejoraran.
No fue tarea fácil conseguir alojamiento, dado la cantidad de personas que habían quedado atrapadas en las islas, pero, tras arduas negociaciones por parte de la compañía, conseguimos alojamiento en el centro de la ciudad, ciudad que aprovechamos para visitar bajo el manto de polvo ocre que nos envolvía.
Al día siguiente, las condiciones habían mejorado los suficiente, como para permitirnos regresar a Doncaster, y así, finalizaron mis vuelos con la compañía en el mes de Febrero.
La vuelta a «Fly & Fun» fué algo más desasosegada en esta ocasión, pues no paraban de aumentar el número de infectados e ingresados por el Covid-19, a gran velocidad.
No sabíamos con certeza cómo evolucionaría la Pandemia, pero dichas noticias no invitaban a la tranquilidad.
Entre Febrero y Marzo, la compañía nos comunicó que habían firmado un contrato para volar para «Norwegian», que estaba, al igual que «Tui» y otras aerolíneas, sufriendo retrasos en las entregas de los «Boeing» 737 Max, debido a los accidentes que había sufrido el modelo, y que había paralizado la flota.
Por lo que, si todo iba bien, volaríamos desde Barcelona, para la compañía desde el mes de Mayo, con destinos a todos los países del norte de Europa (Islandia, Finlandia, Suecia y Noruega, entre otros), lo cual fue una noticia acogida con gran satisfacción, pues garantizaba la operativa de la compañía hasta después del verano.
El 11 de Marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el Covid-19 como pandemia a nivel mundial.
El 13 de Marzo partíamos de Barajas, con uno de nuestros A-320, y el día anterior, el jefe de pilotos de la compañía me llamó para recomendarme que llevara ropa para por lo menos 15 días, pues corrían rumores más que fundados de que pronto se iba a decretar el estado de alarma en el país, llamada que recibí con bastante preocupación, pero aún ignorante de todo lo que vendría después…
Y así el día 13 partimos hacia Doncaster, sin saber que haríamos una de las operativas más cortas de la compañía.
El 14 de Marzo, tuve mi primer y único vuelo, desde el aeropuerto «Robin Hood», a Alicante y vuelta; en Alicante recibimos la noticia de que, ese día, se había decretado el estado de alarma, restringiendo severamente la libre circulación de personas, y el cierre de la mayoría de los comercios…
Los coordinadores de nuestra compañía, y de otras, con los que hablamos en Alicante, nos confirmaron que todas las compañías se estaban llevando los aviones, pues se preveía un cese de las operaciones en un período relativamente corto; en ese momento, fuimos conscientes de que seguramente, sería nuestro último vuelo en la compañía, al menos por un tiempo, que aún estaba por determinar…
Nuestro regreso a Doncaster estuvo teñido de preocupación e incerteza, pues, tras la declaración del estado de alarma, no sabíamos si podríamos regresar a Madrid, si debíamos permanecer un tiempo en Doncaster; en ese momento, todo eran incertidumbres.
Dos días después logramos regresar a Madrid, como vuelo posicional que regresa a su base, pues todos lo vuelos comerciales habían sido suspendidos; todos teníamos la esperanza de que en 15 días, o máximo un mes, la situación volviera a una relativa normalidad.
Obviamente, estábamos más que equivocados; la cifra de infectados y fallecidos no paró de crecer y crecer, hasta cifras absolutamente intolerables y dramáticas.
Y a pesar del magnífico trabajo del personal sanitario, se perdieron muchísimas vidas, casi 100.000 según cifras oficiales; una verdadera tragedia, especialmente para las familias y allegados de los fallecidos.
Vivimos imágenes que no esperábamos ver, más propias de películas apocalípticas; grandes ciudades absolutamente desiertas, algo nunca visto desde finales de la Segunda Guerra Mundial.
Y, como todos recordamos, finalmente estuvimos más de tres meses (99 días) confinados en nuestras viviendas, con la actividad limitada por el estado de alarma.
En «Fly & Fun», tras dos meses de larga espera , AESA finalmente nos autorizó a continuar con nuestros cursos de piloto privado, permitiendo realizar la formación teórica online, a través de video conferencia.
Y, tras casi tres meses de inactividad, retomamos los vuelos en «Fly & Fun», bajo estrictas medidas sanitarias, el 9 de Junio, aunque el estado de alarma se prorrogó hasta el 21 de Junio…
Y qué fue de «Gowair»? La pandemia casi supuso el golpe de gracia para la compañía, que si ya estaba con dificultades económicas antes del estado de alarma, tras la finalización del mismo, estas se habían multiplicado.
Tras la finalización del estado de alarma, un grupo inversor venezolano compró un porcentaje muy elevado de la compañía; ello aumentó nuestras esperanzas de que retomaríamos los vuelos; las tripulaciones no habían vuelto a volar, y no habíamos cobrado el total de nuestro salario, desde nuestro último vuelo.
Si bien la compañía, tras la pandemia, no se puso en contacto conmigo, a través de mis compañeros, me llegaron rumores más que fundados de que los aviones se los llevaban a volar a Caracas, Venezuela, por un período de varios meses, y que las tripulaciones, debíamos volar y alojarnos en Caracas, por un tiempo mínimo de tres meses.
Obviamente era algo inviable para mí, pues yo tenía «Fly & Fun» a mi cargo, y esa era mi primera prioridad; así se lo hice saber a mis compañeros, que, seguramente, informaron a los jefes al respecto, pues nunca recibí una comunicación de la dirección acerca de si estaba de acuerdo o no en ir a Venezuela…
Los aviones de la compañía partieron en el verano de 2020 hacia Caracas, y mi carrera como piloto de aerolínea, se fue con ellos; ya era más que consciente que, ahora sí que sí, finalizaba mi corta etapa como piloto de línea aérea para siempre.
Si bien dedicaré una próxima entrada a hacer balance de la experiencia, os puedo decir que disfruté mucho de la experiencia, aunque siento que, habiendo conseguido tan tarde en mi vida alcanzarla, durara tan poco…
Pero me quejo con la boca pequeña, pues la Pandemia fue mucho más dura e injusta con otros, que conmigo, por lo que corresponde relativizar los hechos, en su justa medida.
Y, ahora que lo relato, lo vivo como un sueño, un sueño del que me tocó despertar bruscamente, pero que viví con mucha, muchísima intensidad…